¿Una declaración doctrinal?
2_large.jpg)
Las confesiones de fe son importantes
Todos los días escuchamos la frase “Yo creo” y sea cual sea el contexto, usamos esas dos simple palabras para expresar lo que pensamos sobre casi todas las cosas. En su sabiduría, Dios no solo nos creó con la capacidad de creer, sino que también nos dio un deseo insaciable de explorar, examinar y expresar nuestras creencias (Pr 2). La confesión de fe tiene como propósito resumir las doctrinas cristianas más esenciales y afirmar que en la congregación que uno participa cree en ellas. Esta práctica no es para nada nueva, sino que ha sido la práctica común de todo el cristianismo histórico. Recordemos que el cristianismo tiene ya unos 2000 años de existencia, sería arrogante no reconocer que Dios ha usado distintos maestros a través de la historia de la iglesia. Nosotros no somos los primeros en estudiar las Escrituras, han existido miles de cristianos y maestros que han dedicado sus vidas al estudio de la Biblia, de los cuales podemos aprender muchas cosas valiosas.
A lo largo de la historia de la Iglesia se crearon credos que se utilizaban para instruir a los creyentes en la fe cristiana. Los credos más famosos son: el Credo de los Apóstoles, el Credo de Nicea-Constantinopla (325), el Credo de Atanasio (siglo IV ) y el Credo de Calcedonia (451). Estos credos forjaron la doctrina bíblica de los primeros años de la Iglesia y la mantuvieron firmes en la verdad.
Posteriormente, surgieron herejías que hicieron necesaria la creación de nuevas confesiones de fe. La salvación por obras y las doctrinas de la gracia merecida hicieron que la Iglesia replanteara sus creencias. Las confesiones reformadas más importantes que surgieron en ese momento fueron: La Confesión Escocesa de 1560, la Confesión Belga de 1561, el Catecismo de Heidelberg (1563), la Segunda Confesión Helvética (1566), los Cánones de Dort (1618), la famosísima Confesión de Fe de Westminster (1646) y la Confesión bautista de fe de 1689. Todas estas resumen la doctrina evangélica y la fe reformada.
Con la difusión del Evangelio de la salud, la riqueza y la prosperidad, palabras como "doctrina" y "teología" se consideran perjudiciales y peligrosas para el crecimiento de la iglesia. Pero, ¿es posible construir iglesias bíblicas y saludables sin sentar las bases doctrinales adecuadas? La respuesta es un rotundo "no". La historia está repleta de registros de cómo la iglesia fue invadida por la oscuridad cuando perdió sus amarres doctrinales y confesionales. Ya en el siglo IV, los padres de la iglesia y los concilios demostraron la absoluta necesidad de pureza y claridad doctrinal para la fundación de la iglesia de Jesucristo. Ser removidos del contexto bíblico e histórico más amplio solo hará que la iglesia sea vulnerable y potencialmente herética. Esto apunta aún más a la absoluta necesidad de tener una declaración de fe sin importar dónde se viva en este mundo.
Es importante enfatizar que las confesiones son medios de gracia para ayudarnos en nuestras definiciones teológicas. Nos ayudan a definir convicciones. Nunca se deben usar para especificar que alguien es, o no, un hijo de Dios. Más bien son guías para permanecer en el camino correcto, el camino ortodoxo; pero debemos entender que no son la Biblia. La conciencia informada por la Palabra de Dios debe guiarnos, no una confesión humana. Si tú crees algo y estás convencido de ello solo porque lo escribió alguien en particular, y no porque has creado convicciones bíblicas al respecto, eso es pecado. Así lo podemos ver en Romanos 14:22-23
A lo largo de la historia de la Iglesia se crearon credos que se utilizaban para instruir a los creyentes en la fe cristiana. Los credos más famosos son: el Credo de los Apóstoles, el Credo de Nicea-Constantinopla (325), el Credo de Atanasio (siglo IV ) y el Credo de Calcedonia (451). Estos credos forjaron la doctrina bíblica de los primeros años de la Iglesia y la mantuvieron firmes en la verdad.
Posteriormente, surgieron herejías que hicieron necesaria la creación de nuevas confesiones de fe. La salvación por obras y las doctrinas de la gracia merecida hicieron que la Iglesia replanteara sus creencias. Las confesiones reformadas más importantes que surgieron en ese momento fueron: La Confesión Escocesa de 1560, la Confesión Belga de 1561, el Catecismo de Heidelberg (1563), la Segunda Confesión Helvética (1566), los Cánones de Dort (1618), la famosísima Confesión de Fe de Westminster (1646) y la Confesión bautista de fe de 1689. Todas estas resumen la doctrina evangélica y la fe reformada.
Con la difusión del Evangelio de la salud, la riqueza y la prosperidad, palabras como "doctrina" y "teología" se consideran perjudiciales y peligrosas para el crecimiento de la iglesia. Pero, ¿es posible construir iglesias bíblicas y saludables sin sentar las bases doctrinales adecuadas? La respuesta es un rotundo "no". La historia está repleta de registros de cómo la iglesia fue invadida por la oscuridad cuando perdió sus amarres doctrinales y confesionales. Ya en el siglo IV, los padres de la iglesia y los concilios demostraron la absoluta necesidad de pureza y claridad doctrinal para la fundación de la iglesia de Jesucristo. Ser removidos del contexto bíblico e histórico más amplio solo hará que la iglesia sea vulnerable y potencialmente herética. Esto apunta aún más a la absoluta necesidad de tener una declaración de fe sin importar dónde se viva en este mundo.
Es importante enfatizar que las confesiones son medios de gracia para ayudarnos en nuestras definiciones teológicas. Nos ayudan a definir convicciones. Nunca se deben usar para especificar que alguien es, o no, un hijo de Dios. Más bien son guías para permanecer en el camino correcto, el camino ortodoxo; pero debemos entender que no son la Biblia. La conciencia informada por la Palabra de Dios debe guiarnos, no una confesión humana. Si tú crees algo y estás convencido de ello solo porque lo escribió alguien en particular, y no porque has creado convicciones bíblicas al respecto, eso es pecado. Así lo podemos ver en Romanos 14:22-23
